El puñetazo de Carlitos

El 9 de noviembre del año 2020, en Perú, aconteció un hecho de envergadura histórica, en medio de una pandemia mundial, ocurrió lo impensable o tal vez lo que se podría esperar de un país donde el poder se encuentra en la minoría congresal, se declaró la vacancia presidencial, ¿las razones? Muchas e incluso tal vez justificadas, pero ¿Dónde estaba lo lógico de esa decisión? Realmente, dejaba mucho que pensar sobre la capacidad intelectual de un conjunto de políticos elegidos de manera democrática para representar los intereses de un pueblo absurdamente amparados en una constitución política. 
 
Una decisión francamente descabellada, el Perú atravesaba por una pandemia y era como tener un enfermo en la cama de un hospital conectado a un respirador y decidir quitarle el respirador, ¿Qué importaba si el respirador estaba un poco deteriorado? Al menos el enfermo tenía un respirador, ¿sería posible que una persona con un mínimo de sentido común tomara la decisión de retirar el respirador a un enfermo en estado crítico? Claro que no y eso fue precisamente lo que paso, a un país en estado crítico absoluto con una depresión económica a puertas y el miedo de contagio asolando a sus ciudadanos, un sistema de salud y educativos ineficientes, un sistema financiero sobreviviendo de milagro decidían quitarle lo único que daba estabilidad al país, su presidente.
 
Más allá de las buenas o malas decisiones del ex jefe de estado, definitivamente no resultaba lógico, mucho menos racional, la indignación popular no se hizo esperar, las personas empezaron a mostrar el enfado en sus casas, a través de las redes sociales y en medio de la convulsión, una reacción en particular llamo la atención, un joven denominado Carlos se atrevió a hacer lo que muchos peruanos en secreto anhelaban, le metió tremendo y certero puñetazo a un congresista, entonces aparecieron los detractores “Acto de violencia dijeron” “Injusto” “Sin sentido y por otro lado los que aplaudían el acto, lo celebraban con memes memorables, lo mitificaban al considerarlo una expresión de heroísmo puro.

Y es que el puñetazo de Carlitos si bien es cierto se puede traducir en un acto de violencia es la representación de la impotencia de un pueblo, avasallado en sus derechos e indignado, el puñetazo fue la representación psicológica reprimida de la ira y represión de un país, cuya democracia tambalea en una cuerda de circo por sus malas decisiones políticas.
Pero lo más pintoresco de esta situación es que los peruanos, tan valientes, tan aguerridos vieron en el puñetazo de Carlitos un acto de heroísmo porque él, si tuvo los huevos que millones de peruanos no tuvieron para confrontar a un gobierno opresor de minorías, para movilizarse en conjunto y exterminar al congreso, claro dirán algunos ¿Qué buena idea quedarse sin presidente y sin congreso? Pero hay momentos en que deben establecerse cambios, cuando un congreso ha demostrado un brutalidad intelectual y estratégica tan abrumadora ese era el momento de un país para lanzarse con todo.
 
Ese era el momento de un país para ver que todo el tiempo sus derechos están siendo controlados por una minoría amparada en leyes y constituciones políticas y actuando de modo falaz e impertinente, hay peruano, ciudadano del mundo si tan solo pudieras ver que el poder está en ti. 
 
El poder está en las masas, esa masa oprimida capaz de generar los más grandes cambios.


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