Caperucita


Había una vez… Así es como empiezan usualmente todos los cuentos, y agregan algo como “en un lejano reino” o cosas así. Bueno, la Caperucita que te voy a describir en este cuento no viene de un “había una vez”, y mucho menos habitaba en un reino lejano.

Ella vive en un mundo aparentemente normal. Es tan dulce y tierna como un conejito; dócil y sumisa, si es necesario. Atraviesa el bosque con su canastita llena de flores, pero no va en busca de la abuelita: ella solo atraviesa el bosque, ella solo existe, ella solo vive. Disfruta de las cosas de la vida; vuela más de lo que se mueve, flota entre los animalitos y las plantas del bosque. Ella es sinceramente feliz.

Entonces es cuando el lobo la ve atravesarse frente a él. Desde su escondite la observa, desde su oscuridad la mira. Se extasía. El lobo, en este punto, es un ser bastante infeliz y amargado. Pero observa a Caperucita, y es entonces cuando decide ir por ella. La observa, la cautiva, la atrapa, la caza, mientras Caperucita se deja cazar, mientras cede a los encantos de lobo. Se saborea los labios mientras la observa saltar frente a él. El lobo desea a Caperucita.

Pero Caperucita tiene una oscuridad escondida que lobo ignora. Es capaz de ceder a sus encantos mientras lo observa curiosa y sigilosa. Caperucita no cae en las garras del lobo porque él haya logrado seducirla con sus encantos; Caperucita sucumbe a la lujuria. Ama el bosque, los animalitos, las flores y todo lo demás, pero al atardecer, en su cuarto rosa, Caperucita se da placer en medio de miles de pensamientos sádicos que son inconfesables en este cuento.

Porque, como habrás podido notar, esta Caperucita es lo que es, pero al mismo tiempo es un demonio sexual que necesita alimentarse. Y el lobo parece ser una presa… una presa deliciosa. Cuando se trata de comer, Caperucita puede ceder: ella necesita alimentarse. Caperucita estaba hambrienta, así que cae ante los encantos del lobo mientras lo deja ser, mientras lo observa, mientras sucumbe a sus maniobras y a sus intentos de seducirla. Caperucita estaba sedienta; necesitaba saciar su lujuria no podemos culparla por su lascivia.

A Caperucita le gustaba mucho que el lobo fuera tan enfermo como ella. Empezó a encariñarse con esa lascivia, empezó a involucrarse con él e intentar entender su oscuridad. Caperucita quería amar al lobo, disfrutaba de él. Sabía que el lobo era una bestia, pudo ver sus fauces, pero no le temía, porque en el interior de la misma Caperucita habitaba un ser bastante similar que ella había domado, digamos que nuestra Caperucita se había reformado.

Caperucita desde su corazón bondadoso quería creer lobo podría lograr ser feliz siendo él mismo. Lo curioso era que Caperucita no quería cambiarlo: lo quería tal y como era. Pero las garras del lobo empezaron a lastimarla, sus artimañas la confundían. Caperucita empezaba a sentirse incómoda; ya no disfrutaba del lobo. 

 

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