La prostituta

Era un pasadizo oscuro, antiguo y frio, en una construcción abandonada a las afueras del puerto del Callao, mi amigo me llevó allí con engaños para poder olvidarla, nos adentramos por los fumaderos, lugares donde los hombres se reunían a consumir drogas, el olor a mi alrededor mezclaba la brisa del mar con el olor de la cerveza derramada en el suelo y la marihuana que traía el ambiente, llegamos a un portón viejo donde un hombre negro corpulento de aspecto descuidado cuidaba, mi amigo le dio la mano como si lo conociera de años y entramos en el lugar, mis ojos tardaron en adaptarse a las luces rojas dentro del recinto, habían bombillos carmesí viejos, encendidos a lo largo de un pasadizo que le daban un sentido cálido, lúgubre y monótono, muchas habitaciones traían cortinas  cerradas y en otras se veían mujeres apoyadas en diminutas prendas, empezamos a mirarlas como si estuviéramos en un mercado de pollos, listos para elegir uno para la mesa, pasee mis ojos, mientras caminaba en el desfile de cuerpos, gordos, delgados, contorneados, cuerpos de travestis o de mujeres esqueléticas mirándome y acariciándome el hombro, me confundían con sus ofrecimientos, estaba allí y no sabía qué hacer, escuchaba de fondo murmullos, y en algunos casos gemidos, seguía avanzando, el olor a semen llegaba a mi olfato, no podía detenerme, una sensación de asco me embargo el cuerpo, una sensación de hastió y mareo, vi a mi amigo pagar a una de las mujeres que le  ofrecía su cuerpo, ella se acercó a mí y me acarició el brazo mientras  a tientas me llevaba a una de las habitaciones, cuya puerta era apenas una cortina, me empujó dentro del cuartucho y  tras ella cerró la cortina, era un espacio muy pequeño y estrecho, apenas cabía una cama, y en la pared nos iluminaba un bombillo, la mujer de piel blanca y pechos enormes, con el cabello negro corto recogido en la nuca y una pequeña falda, se agachó y empezó a intentar quitarme el cinturón, mis manos temblaban, todo mi cuerpo temblaba como una gelatina, a mis treinta y seis  años nunca había estado en un sitio de esos, pero quería olvidar su cuerpo, quería encontrar otras formas y otros olores, la mujer olía a perfume barato, de esos perfumes de catálogo que compraba mi madre, me recordó al olor de mi madre y me dieron ganas de vomitar, ella sacó un preservativo e intentó ponérmelo, mientras yo me negaba, se sacó la ropa y empezó a mostrarme sus curvas, no me excitaba, estaba inerte, simplemente no me excitaba, era como si algo en mi hubiera muerto, se sentó sobre mi cuerpo y empezó a rozarse contra mi miembro, nada, completamente flácido, no podía dejar de mirar el bombillo rojo, de recordar el olor de los catálogos de perfumes de mi madre, no podía dejar de escuchar los gemidos, y de imaginarme con cuántos hombres había estado ella ese día, cuantos hombres habían dejado su semen, en esa cama donde apoyaba mis manos y mientras ella intentaba hacerme una felación para resucitar lo que estaba muerto, la sensación de náuseas se transformó en vómito incontenible, y vomité en sus cabellos negros, ella se paró con el pecho aun desnudo y asqueada, me dio una sonora bofetada antes de sacarme del cuarto a empujones.

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