La daga

Había llorado hasta casi perder la noción de los días pasar, hasta casi perder la noción del tiempo y del espacio, había llorado y se había sumergido en su dolor hasta quedarse dormida, no recordaba cuanto tiempo llevaba llorando, ni cuantos días habían parecido repetirse como un bucle de tiempo infinito, cada vez que pensaba que se habían acabado las lágrimas aún seguía llorando, su madre había intentado consolarla en el teléfono, sus amigos habían intentado calmar su dolor, no había nada, absolutamente nada que pudiera aplacar el dolor de haber despertado un día de la nada con una daga en el pecho que parecía habérsele clavado en el corazón, nadie podía entender que era como estar quebrada o rota, que el mundo se veía gris, que el sol se veía pálido, que el mar había perdido su color y que adonde ella fuera la daga estaba allí clavada muy profundo en su pecho y a veces incluso podía sentir como giraba, era como si se clavara más profundo.

Se levantaba, desayunaba, se bañaba y cocinaba y siempre la daga estaba allí, una vez intentó sacarla y le dolió mas y le herida empezó a sangrar y empezó a brotar mucha, mucha sangre de su corazón, lo extraño y absurdo era que nadie la veía, cada vez que se miraba al espejo estaba allí clavada en el lado izquierdo del pecho,  en alguna ocasión le preguntó a una amiga si esta alcanzaba a ver la daga, la amiga solo la miró extrañada. Una vez la invitaron a salir y la daga clavada en el pecho empezó a girar, era como si algo o alguien la girara lentamente, y la sangre empezó a brotar en plena mesa en un restaurante exclusivo, observó como sus pantalones se manchaban y también vio a su acompañante sorprenderse cuando ella se incorporó de la silla y salió huyendo del restaurante, el tampoco vio la daga y mucho menos la sangre en los pantalones.

Aquel día, ella llegó a casa, se quitó toda la ropa hasta quedar desnuda frente al espejo, y vio la daga incrustada, se llevó las manos al pecho y la cogió del mango para tirar con fuerza, la daga no se movió, volvió a acercarse al espejo y miró otra vez la daga y volvió a repetir el procedimiento. Nada, la daga no se movió mientras más intentaba sacarla, más se incrustaba en su pecho, mas dolía y la sangre corría por su cuerpo, resbalando por sus piernas y manchando el piso de la habitación.

Ese día, lo decidió, solo tenía dos opciones o vivía con la daga o moría intentando sacarla, ella aun quería vivir un poco más, tenía la sensación de que a pesar de todo, el mundo podía sorprenderla, así que empezó a diseñar prendas que le permitieran lucir mejor su daga, le habló a sus amigos y familia de ella y cuando salía con alguien le mostraba su daga orgullosa, su aspecto tétrico y pálido cambió, ahora iba a la playa y se bronceaba con su daga, practicaba deportes extremos y volvió de la daga un complemento, la chica de la daga se convirtió en una influencer popular, descubrió que en el mundo habían otras chicas que también traían dagas incrustadas, las personas empezaron a ver su daga y admirarla por llevarla con estilo, más personas quisieron conocer la historia detrás de la aparición inesperada de la daga e incluso se generaron sitios de fans, la chica de la daga escribió un libro que se volvió un bestseller y un día despertó en su cama y la daga ya no estaba, había desaparecido de la nada así como apareció, extrañó a su flamante y filosa amiga solo por un momento, miró su libro en el estante “La chica de la daga”,  se dirigió a la cocina y empezó a prepararse el desayuno mientras jugueteaba con su perro, al sentir el pelaje suave de su Golden Retriever, cayó una lagrima de felicidad por su mejilla y río, en ese instante supo que la daga había cumplido su rol.

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