Sunburn

lorena veliz yukito

 “Estoy aquí por que esta es la última vida que me tocó vivir, entonces planeo estar aquí mientras sonrio, escucho el sonido de las gaviotas y jugueteo con el mar”

Estaba así, balanceando mis pies sobre la hamaca mientras sentía los rayos de sol calentarme la piel y el libro en mis manos se balanceaba entre el sopor del sueño y el letargo, podía sentir la gentil brisa del mar acariciarme el rostro a la par que a lo lejos escuchaba a las gaviotas, respiré mientras me sumergía una vez más en la lectura, respiré mientras percibía el latido de mi corazón calmado y el sol seguía calentándome el cuerpo. Finalmente, había logrado despertar de la suma de mis continuas reencarnaciones, cerré los ojos, respiré profundo, tiré el libro sobre la hamaca y salté de allí con emoción, mientras esta permanecía solitaria moviéndose al viento, coloqué mis pies sobre la arena tibia y empecé a correr hacia el mar como si una voz entre las olas me llamara, me quité el camisón y dejé que la furia de las olas viniera hacia mi para despertarme el alma.

Sentí el agua fría golpearme la desnudez del cuerpo mientras las gaviotas a lo lejos observaban, esta vez, intentando quitarse un cangrejo como parte de su delicioso festín privado de aves. Dejé que el agua de mar se metiera en mis espacios mas ocultos y me dedique a dejar las olas pasar junto a mí, a veces mansas a veces desafiantes, éramos el mar y yo en una comunión secreta, nuestra comunión.

Cuando tuve suficiente de esa conexión con la naturaleza, regresé lentamente hacia la arena y me tiré allí sin el menor reparo, dejando que cada grano de arena entre por mi cuerpo, dejando que el sol termine de secar el agua de mar sobre mi piel, y miré el sol radiante acariciarme el rostro, mientras dejaba que me deslumbre su increíble luz y también me dejé arrullar por el sonido de las olas que rompían frente a mí y el lenguaje ininteligible de las gaviotas que se perdía en el eco de un conjunto de sonidos y dejé  que el sol me acaricié con su calor y sentí el amor emanar del mundo hacia mi y así me quedé completamente dormida entre los sonidos de la vida misma.

Pasaron dos horas o tal vez tres, me despertó el frio de la arena y luego un ardor profundo, era como si un dolor incandescente saliera de mí y emanara hacia mi piel, me puse de pie enseguida y busqué el camisón que había dejado tirado unos metros mas allá, al entrar a casa me vi en el espejo de la entrada y parecía una ciruela de lo absolutamente colorada, me dolía en todas partes, en la espalda y en el cuello y también en el pecho, tal vez se me pasó la mano en la conexión con la naturaleza, porque ahora traía medio sol encima quemándome hasta el alma, corté unas rodajas de tomate y las coloqué sobre mi piel para aplacar el ardor de la calentura.

Veo el reloj, seis de la tarde, no hay apuro, entro en la bañera y cojo el valor para dejar caer el agua sobre mi piel y su temporal insolación que parece quemar cada milímetro, al terminar de tomar el baño me recuesto sobre la cama de sabanas suaves  y dejo que mis manos untadas con una ligera capa de crema me refresquen la calentura.

Nuevamente me quedo dormida y entre sueños escucho el ya familiar sonido y aroma de los ya tan conocidos pasos que se pierden en el pasillo de la casa. 



What if god was one of us?



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