Mi mente tarareaba entre sueños una canción, una tonada conocida que me adentraba lentamente en la profundidad de mi ser, en medio de la melodía, la imagen del abuelo apareció nítida frente a mí.
Era la ceremonia anual familiar, mi abuela fallecida estaba de espaldas a mí con un hermoso vestido negro y un velo que le cubría la cabeza, un grupo de invitados degustaban grandes y suculentos potajes de una enorme bandeja de frutas de la estación, todos estaban allí a la espera de algo; en ese momento el ataúd abierto del abuelo apareció ante mis ojos, pude ver dentro del féretro el cadáver siendo transportado directamente hacia mi , los invitados se pusieron de pie llenos de expectativa, cuando ante mi asombro el abuelo se levantó de su ataúd para empezar a saludar a los asistentes a la ceremonia de conmemoración de su fallecimiento, simplemente no podía comprender como todas esas personas podían estar tranquilas cuando claramente habían visto al cadáver de un hombre literalmente volver a la vida, salí de la sala despavorida mientras caminaba a través de un pasillo lleno de pinturas al óleo, en cada pintura se ilustraba distintos momentos de la historia de la humanidad; cerré mis ojos mientras escuchaba la voz de la abuela a lo largo del pasillo gritar:
- “Lorenita, ya esta la comida”-.
–“¿Acaso pretendían que me siente a comer con el abuelo fallecido?, pero la abuela también estaba muerta y me estaba llamando a cenar”-. Nada parecía tener sentido, seguí caminando a lo largo del pasillo hasta encontrar una puerta que me condujo a un cuarto lleno de espejos, cuando entré en la enorme sala de espejos, me acerqué a uno de ellos y vi mi habitación y mi cuerpo en la cama durmiendo, era tiempo de volver a mí.
Abrí los ojos, miré a mi alrededor, debían haber pasado un par de horas desde que me quedé dormida; a traves de mi ventana podía ver el cielo azul, todo había sido solo un sueño, miré el retrato del abuelo colgado junto a la entrada de mi habitación, me puse de pie lentamente, miré su rostro dulce una vez más, descolgué el cuadro,- “Es tiempo de dejarte ir”-le dije mientras colocaba su retrato en una bolsa y lo guardaba en uno de los cajones de mi armario.
Desde entonces no he vuelto a soñar con el abuelo, supongo que me sigue cuidando, pero esta vez es un poco mas discreto, tal vez entendió que eso de aparecerse en sueños como muerto viviente no era cool.
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