Muy pocas personas reparaban su presencia en el pequeño parque Candamo abarrotado
de niños y seres que buscaban perennizar un instante de sus vidas, escritores
pasajeros cogían su sitio en el pequeño espacio que había sido habilitado en el
centro de una pequeña plaza para que
puedan contar un poco de su talento y entonces; entre tanta mala poesía y entre
tanta prosa furtiva, apareció él.
Apenas podía caminar creo que le costaba un poco y cargaba un pequeño maletín
en la mano izquierda y en el cuello una cámara
Nikon, su rostro reflejaba una mueca extraña que había quedado perennizada en él
por alguna enfermedad del pasado, pero eso a ese hombre que llevaba a cuestas
la edad sobre los hombros no le importaba, cualquiera que lo viera diría
que era un pobre anciano que debía estar en sus setentas y rengueaba llevando a
cuestas sus artilugios de fotografía, pero él no parecía estar consciente de lo
que el mundo veía, él era un fotógrafo congelado en el tiempo, congelado con su
cámara y listo para atrapar la mejor toma.
Me pregunté - ¿Qué sería lo que traía en el maletín? - no tardaría mucho
rato en descubrir que dentro traía consigo una pequeña impresora fotográfica lista
para perennizar los detalles de cada momento.
Parecía curioso verlo merodear por el parque esperando la presentación callejera
de los escritores y poetas en el micrófono, esperando a capturar la mejor toma
desde su perspectiva y entonces, de la nada mientras yo me sumergía en mis
pensamientos con las manos en el micrófono ;el anciano fotógrafo disparo sobre
mi cara su flash y en cuestión de segundos había sacado ya una foto mía , al
poco instante vino a mi con una actitud entre misteriosa y secreta mostrándome su
obra de arte, fue entonces que miré la foto
y desde mi perspectiva -Era horrible, esa foto era bastante mala mi buen lector-
Mientras me mostraba la foto, el anciano agregó -te la dejo en cinco soles-.
Miré su rostro pero mis gustos fotográficos eran más grandes, la iluminación era
mala, el ángulo era malo y esa foto definitivamente era mala así que rechace su
oferta y el hombre guardo la foto en un pedazo de plástico transparente y me la dio en la mano- Te la regalo- Me dijo
el anciano mientras se alejaba .Esas palabras resonaron en mi consciencia y al
poco rato estaba pensando en el pobre hombre capturando fotos en el parque y pensando en el rechazo que había recibido de
todas y cada una de las personas a las
que había fotografiado y fue entonces que lo busque por el parque hasta
encontrarlo y le di los cinco soles del costo de la fotografía.
Mi querido lector esa fotografía era horrible pero no era la fotografía lo
que importaba realmente sino la historia detrás del hombre, no quise preguntar
pero vi que era un fotógrafo congelado
en el tiempo disparando cada día con su cámara en el mismo parque y ofreciendo recuerdos
memorables a diestra y siniestra.
Sabes mi querido lector, creo que hay personajes que sin darse cuenta se
cruzan por tu camino y te enseñan pequeñas lecciones solo visibles a
determinados ojos humanos, ese hombre cargaba esa cámara consigo porque eso era
lo que él amaba hacer y no lo vi sufrir al imprimir en su impresora portátil cada
una de las fotografías que tomaba, era como un pequeño ritual, el tomaba la
foto, luego iba a una banca del parque, elegía la foto que según su parecer era la mejor y luego
la imprimía después se acercaba al protagonista de la foto y se la ofrecía a un
módico precio, si la persona no la quería el hombre la regalaba, y sabes no era
un fotógrafo cualquiera siento que ese anciano tenia algo que les falta a
muchos ,se llama tenacidad y persistencia y si quieres saber un poco mas de la
historia tal vez te la cuente en el siguiente episodio de mi podcast.
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