Estoy cien por ciento segura de que los años maravillosos de
nuestras épocas son para cada uno de nosotros sumamente distintos, cuando era
una niña solía comer chupetines, embarrarme las manos con dulce y jugar en los
agujeros de las hormigas creando mis propias colonias, mis mascotas eran sin
lugar a dudas de las más inusuales, odiaba los vestidos y usar sandalias, las luces intensas y los ruidos fuertes; por aquellas épocas no tenía ni la más mínima
noción de la Lorena en la que me convertiría.
Recuerdo la primera vez que casi maté un ser vivo, creo que por aquella época era una pequeña criminal asesina inconsciente. La primera de mis victimas fue un pollo, lo siento no sabía la diferencia entre pollos y patos y se me ocurrió la terrible idea, la nefasta idea, de meterlo en una tina de agua, como se imaginaran mis pequeños lectores el pobre pollito casi muere ahogado pero por suerte mi madre llegó a su rescate, tristemente murió dos días más tarde de pulmonía.
Mi inocencia de aquella época me llevaba
a cometer crímenes que no ameritaban la cárcel, mis siguientes victimas fueron
unos peces de colores, solo quería asegurarme de que estuvieran limpios así que
no se me ocurrió mejor idea que darles un baño de burbujas, sí mi querido
lector este es el diario de mis confesiones macabras de la infancia creo que después
de todo no era una niña tan inocente, cuando vi a los pobres peces panza arriba
los enjuague como pude y los deje en su pecera con agua, flotando sin vida para
evadir las consecuencias de mi crimen no planeado.
Siendo niña había desarrollado una fascinación curiosa por
descubrir como funcionaban los animales así que mis siguientes victimas fueron
las hormigas que deambulaban por mi patio, solía coger alguna en particular,
usualmente la mas gordita y brillante y mirarla caminar para luego arrancarle
las patas una a una con una pinza, ciertamente me gustaba explorar el mecanismo
de movimiento de estos insectos, le pido perdón a todas las hormigas que
murieron a manos de mi niña delincuente y curiosa.
Mi querido lector, este es un confesionario de mis crímenes de
la niñez entre ellos estaba mi oculta fascinación por revisar la pornografía que
cuidadosamente guardaba una de mis tías en su habitación y sorprenderme al
mirar esas páginas de revistas con mujeres y hombres en poses para mi pobre
mente hasta ese momento inconcebibles.
Dentro de mis triquiñuelas estaba el acabarme la gaseosa a
escondidas y llenar la mitad que quedaba con agua, luego aducían que sabia a
agua porque se le había ido el gas al estar abierta y si, si caramba , si mi
querido lector me robaba las monedas de la abuela para comprar caramelos y
amaba ir de compras al mercado para quedarme con el vuelto de las cosas y mi chanchito
de ahorros de aquella época estaba muy agradecido, ciertamente era capaz de comprarme
las cosas que se me antojaban gracias a mis hurtos continuos de monedas de diez
centavos que habían construido mi imperio financiero.
Y si bien es cierto en el colegio era una niña dulce y tierna,
siempre me defendí de los niños que intentaban molestarme, una vez agarre de
los pelos a una niña y la golpee a escondidas, después en casa me castigaron a mí y la siguiente vez le rompí la
regla en la cabeza a un niño por burlarse de mí, ciertamente mi naturaleza
siempre fue defenderme de quien quisiera hacerme daño o siquiera osara burlarse
de mí, admito que esas no fueron las formas, pero la niña de kínder que era
bulleada por sus compañeros, aprendió que eres tu quien esta llamada a
defenderse muchas veces.
Si, en definitiva mi querido lector, fueron años
maravillosos de crímenes infantiles comer dulces hasta hartarme, robar monedas
de la abuela, defender mis derechos, explorar la anatomía de los animales y descubrir
porque los peces no se bañan con jabón y que los pollos bajo ninguna circunstancia
nadaran como patos, a veces solo puedes aprender a partir de la experiencia, supongo
que es la manera más efectiva.
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