El cocinero

Apenas se le veía la cabeza calva entre el humo de los aderezos, hoy, en día festivo, había decidido prescindir de los ayudantes, picaba cebollas, a la par terminaba con las zanahorias y al mismo tiempo cortaba las papas, se acercaba a ver la cocción de la carne, se había pasado la noche entera limpiando, alrededor de sus ojos verdes se alcanzaban a ver las ojeras del cansancio nocturno, el cocinero aderezaba, limpiaba, cortaba como inmerso en el calor de la marcha, unas gotas de sudor se asomaban por el gorro protector, mientras un brillo inexplicable en los ojos  se adivinaba.
 
Tocaron el timbre de la puerta del restaurante y el cuerpo del cocinero tembló, dejando caer la espátula en el asador, siguieron tocando una y otra y otra vez, pero el tipo no se inmutó, eran recién, diez de la mañana, no había atención, el cocinero siguió inmerso en la elaboración de su exquisita especialidad, mientras miraba en YouTube “Secretos para ablandar la carne de res”, puso algo de música blues, metió un corcho en la olla y vacío un poco de Brandy para darle sabor, colocó los ingredientes que faltaban en la cocción, mezcló bien el contenido con el cucharon, con la curiosidad de un niño cogió un poco del jugo del estofado con la cuchara y empezó a probar el suculento manjar, le brillaron los ojos y se relamió la boca en el acto.
 
Vio su reloj de pulsera, once y cincuenta de la mañana, era hora de empezar a ordenar las mesas y pensar en abrir, con la fuerza de sus cincuenta quitó el candado, empujó la reja y vio a la calle aún vacía, se quedó un rato contemplando los árboles que crecían en la vereda, respiró profundo y se quitó el mandil, sacó la pequeña pizarra que anunciaba la especialidad de la casa, y se sirvió una copa de vino, como extrañaba su bella Italia.
 
Uno a uno empezaron a llegar los comensales y sentarse en las mesas, uno a uno degustaron maravillados la delicia del chef italiano, algunos de ellos pedían incluso para llevar, sin duda alguna había sido la mejor idea trabajar en día festivo, al terminar el día el cocinero fue a la casa registradora y revisó los billetes de su ganancia, una ganancia neta solo para él, esa era la parte buena de prescindir de los ayudantes. El trabajo había sido arduo, pero valió la pena. Ahora podría quedarse con las ganancias netas cada que quisiese, ya no tenía que pagarle las ganancias al dueño del restaurante, se sirvió un poco de estofado y lo acompañó con mas vino, mientras hacia una videollamada a su familia en Italia, se rio y conversó como cada día con su pequeña nieta italiana. 
 
Se hicieron las seis de la tarde, el cocinero colgó el mandil en el lugar de siempre y se dispuso a fumar un cigarro, volvieron a tocar la puerta del restaurante, una, dos, tres , muchas veces, el cocinero no se inmutó, puso un video en Youtube y se empezó a reír con los personajes, se escucharon las sirenas de la policía por toda la cuadra, y un golpe sordo en la puerta, cuatro uniformados entraron con armas, el cocinero sin emitir sorpresa, cogió el arma que tenía a su lado y se disparó en la cabeza, mientras parte de sus sesos terminaban en las paredes, las ollas y en los mismos rostros de los policías , a las cuatro de la tarde uno de los comensales había encontrado un pedazo de mandíbula humana en su estofado cuando se disponía a comerlo en la comodidad de su hogar, inmediatamente alertó a la policía que se apersonó en el lugar, encontrando los restos de un humano en el basurero de la trastienda del restaurante, hombre caucásico de aproximadamente treinta años asesinado presuntamente de un hachazo, solo se encontró la cabeza, el resto del cuerpo, había desaparecido. Presuntamente ingerido por los comensales y el propio cocinero.

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