El duende

 

Lo conocí una tarde de abril, cuando estaba sentado en la banca de un parque leyendo el libro que acababa de publicar mi madre y escuchando un poco de la música de los ochenta, estaba tan sumergido en mi lectura que no pude notar cuando se sentó a mi lado, y solo note su presencia por el humo del cigarro -“¿Te molesta que fume me dijo?”-mientras me miraba con sus enormes ojos azules, y su cabello blanco y su piel absolutamente albina, 

-“¿Te asusté?, Siempre provoco ese efecto en las personas, lo siento”- Me miró mientras me ofrecía un cigarro, -“No gracias, le dije, no fumo”-. Dio una gran bocanada de humo y lo expulsó como jugando, - “No me gusta sentarme solo en los parques”- me dijo, -“Prefiero la compañía de extraños y conversar un poco de lo que sea” - ¿Por qué? ¿Por qué te gusta hablar con extraños? - Le dije, sabía que esa persona necesitaba conversar, traía melancolía en el rostro, tal vez tristeza, cerré el libro y me quité los audífonos, mientras lo observaba.

“Me dicen “el Duende”, desde el colegio, desde muy pequeño me decían así por mi aspecto albino, yo no pedí nacer así pero en este mundo te discriminan o por ser negro o por ser blanco, siempre era la burla de mis compañeros, me llamaban “Serpiente albina”, me sentaba al final del aula, casi nunca participaba, lo mismo me pasó en la universidad, y finalmente cuando tuve un trabajo, las personas me rehuían, talvez alguna vez me enamoré, pero ella tuvo miedo de mi condición y simplemente se fue, esto en mi piel es parte de un trastorno genético, parece ser que diferentes genes mutaron en mi piel y carezco de pigmentación, pero siento como todas las personas y tengo emociones, tal vez con el tiempo tuve tanto miedo a ser dañado que me refugie en mi habitación con mis comics y mi mundo de ficción, mi madre era tal vez el único ser humano que me comprendía, ella murió el año pasado, pero no lloré, he aprendido tanto sobre mis emociones que sabía que ella debía irse, ahora he aprendido a estar solo, acompañado de mi albinismo, de vez en cuando salgo a un parque me fumo un cigarro y converso con un extraño, o mejor dicho, dejo que el extraño me escuche, podría hacer esto solo en mi habitación, pero prefiero que alguien me escuche, es como tener a una persona del otro lado, que respira que siente y que me ve como un ser humano normal, porque soy un ser humano normal, rio, lloro, bailo, siento, me dicen “el duende”, pero mi nombre es Marco, así me bautizaron mis padres, no puedo decirte que he sufrido la vida ha sido buena conmigo de hecho, muy buena, una vez una mujer me dijo que le parecía un ser humano frio, que el tono de mi piel carecía de vida, que no tenía emociones, no era que no las tuviera, era que esa mujer simplemente no las veía, porque no podía darse cuenta del daño que en ese momento sus palabras me estaban causando, las personas no ven el daño en los otros seres humanos hasta que no haya una reacción, entonces te llaman malo, peor a veces es como si quisieran ver hasta donde soportas y si tienes la capacidad para no estallar, y cuando lo haces, eres un villano malvado de película, una vez me molestaron tanto en el colegio, un grupo de seis niños me esperaron a la salida del colegio, me rodearon y empezaron a burlarse de mí, aún no había alcanzado el grado de madurez emocional que te da la experiencia, empecé a llorar, les pedí que paren, entonces miré abajo mío y junto a mis pies, había una piedra, la tomé y la lancé con tal fuerza que impacte en la cabeza de uno de mis agresores, aún recuerdo el ruido, era como si un coco cayera al piso y se rompiera, vi correr la sangre por su ceja, inmediatamente los otros niños salieron huyendo, uno de mis profesores, salió y llamó a mis padres, me expulsaron de ese colegio por defenderme, pero solo reaccioné, solo eso, me hirieron tanto que reaccioné, a veces los seres humanos primitivamente hacen eso, solo reaccionan, y eso hice yo, ¿Te asusta escuchar eso no?” 

-    “No”- le dije mientras lo seguía escuchando, - “Aprendo de tus experiencias, yo robo historias y las escribo, soy como mi madre, algún día escribiré sobre este encuentro”- El individuo pareció no escucharme y siguió sumergido en sus pensamientos “La maté, te mentí, mi novia nunca me abandonó fui yo quien la maté, mi novia a veces era muy cruel conmigo, ni siquiera sé porque estuve con ella, a veces ni siquiera quería darme un beso, otras veces ni siquiera quería que la toque, soy un hombre tengo deseos sexuales, ese día tenía muchos deseos de ella, llegué a su casa, ella me miró sorprendida, le reclamé porque nunca quería besarme o acercarse a mí, ella pensó que estaba ebrio me pidió que me fuera, entonces, la forcé y en el forcejeo ella cayó al piso y se golpeó la cabeza, yo no quería matarla, empezó a sangrar, desesperado llamé a mi madre, si, lo admito en esa época actúe como un niño, pensaba que mi madre podría salvarme de mis actos, tenía problemas serios para asumir responsabilidades, mi madre llego muy tarde, la encontró muerta en el suelo y con la mayor frialdad, me pidió que busque unas bolsas grandes, la envolvimos en bolsas y sábanas y  fuimos a Chosica, fue allí que en una propiedad del abuelo cavamos un hoyo profundo y la enterramos, nunca más se volvió a hablar del tema, lo bueno era que mi novia no tenía familia, y nadie que la eche de menos, fue el crimen perfecto, no sé porque te lo cuento, tal vez solo necesitaba hacerlo, esto ha estado demasiado tiempo guardado dentro y me ha ido consumiendo, mi madre  a quien amo profundamente, murió hace un año, ella nunca tuvo un cargo de conciencia, nunca entendí como ese día pudo comerse una hamburguesa completa mientras yo vomitaba en el baño, estoy completamente agotado, estoy cansado de llevar este peso en mi conciencia, mañana iré con la policía y me entregaré, dicen que la conciencia es el peor verdugo, y si, realmente lo es, te cuento esto porque necesito hacerlo, mañana haré lo mismo frente a un sargento y cuando se rían de mí, los llevare al punto exacto de la tumba, sé que está allí porque cada año voy al lugar, la hora de asumir la responsabilidad sobre mis actos ha llegado.”

“El duende” miró su reloj, - “Es hora”-dijo, - “Debo volver a casa, hoy juega Sporting Cristal vs Universitario, no me puedo perder ese partido, además se me antojó una hamburguesa”, me miro una vez más mientras se ponía de pie - “Te acabo de dar la historia que necesitas para tu libro, úsala bien”- Agregó y se fue mientras se despedía con un adiós.

Me he vuelto a sentar en esa banca otras tantas veces con la esperanza de ver al hombre, nunca más supe de él, pero en efecto me dio una historia para contar.


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