Un buen día el poeta amaneció en su cuarto como siempre y al intentar ponerse los zapatos descubrió que los dedos de sus pies se habían vuelto transparentes, era como si los diez dedos de sus pies hubieran desaparecido, no podía verlos, pero si sentirlos, y cuando le mostró los pies a su madre, ella gritó aterrorizada al ver que los dedos del poeta no estaban. El poeta lejos de sorprenderse actuó como si el evento no pasara, y continuo con su rutina habitual, se sentó a escribir en su vieja libreta de poemas y miró la puesta de sol desde su ventana, cuando quiso describirla en un verso no pudo, se rascó la cabeza y se sentó por horas intentando escribir algo pero no pudo, era como si una parte de su corazón hubiera dejado de sentir, entonces el solo se puso en pie fue a la cocina de la casa tomó un poco de jugo de maracuyá y quiso describir la sensación de satisfacción que este le causaba pero tampoco la podía describir.

El poeta respiró profundo y se fue a dormir. A la mañana siguiente, no solo ya no estaban los pies del poeta, sino que habían desaparecido sus piernas, intentó ponerse de pie y lo hizo, era como si ahora sus piernas fueran transparentes, intentó ponerse unas medias, pero tampoco lo logró, solo él podía percibir sus piernas, pero en el mundo terrenal no existían más, cuando su madre lo vio sin piernas lanzó un alarido de sorpresa y corrió a abrazar al hijo pensando que podría caerse. Durante todo aquel día el poeta intentó extasiarse con fotografías de sus viajes, intentó extasiarse al escuchar el canto de su madre mientras limpiaba la cocina, pero nada, no había nada, era como si un pedazo de su corazón hubiera desaparecido junto con sus piernas, no podía sentir lo que lo rodeaba, estaba allí pero no podía sentir. Entonces se dio cuenta de que cada día que desaparecía una parte de su cuerpo, también desaparecía una parte de su corazón y una parte de su sensibilidad, temió lo peor y aquel día decidió no dormir. Tal vez sino dormía podría preservar por mas tiempo su cuerpo.

Aquel día se dedicó a escribir durante toda la madrugada, tratando de plasmar lo poco que le quedaba de sensibilidad hasta que finalmente el sueño lo venció, a la mañana siguiente se encontró con la mirada consternada de su madre, ahora había desaparecido la mitad de su cuerpo y solo le quedaban los brazos y la parte superior, su madre lloró de sobrecogimiento y llamaron a un doctor. Cuando el medico llegó, se quedó asombrado ante el hecho y no pudo descubrir la causa, examinó por todos lados al muchacho y vio que en efecto sin explicación alguna el chico estaba desapareciendo del mundo, cada día. Aquel día temiendo, lo peor el poeta se dedicó a escribir cartas para todos los seres que más amaba, y en el proceso se dio cuenta que no sentía nada, era como si en donde antes estaba su corazón ahora hubiera un gran vacío, se esforzó en coger su vieja libreta con la mitad de su cuerpo y empezó a escribir tanto como pudo, en algún momento intentó llorar y las lágrimas fluyeron, desde lo más profundo de su alma mientras su madre dormitaba en el sillón junto a su cama.

Escribió durante horas hasta que finalmente el sueño le ganó al poeta y se quedó profundamente dormido. A la mañana siguiente, la madre del chico se levantó y miró por todos lados con desesperación, buscó debajo de la cama y en toda la casa, el poeta parecía haberse desvanecido. Lo cierto es que él, aún seguía en la casa, pero ahora ya no tenía un cuerpo físico, observó a su madre llorar durante días pero no pudo consolarla porque no recordaba quien era ella y cuando miró por la ventana y vio la luna llena, aquel día finalmente comprendió la definición de la nada y se sumergió en ella sin pelear siquiera para esta vez desvanecerse completamente de todos los planos existentes de vida.