El sótano

El sotano

Cuatro, tres, dos, los colores de los números en el marcador del ascensor van cambiando lentamente mientras en una de las manos cojo las bolsas de basura, finalmente el ascensor hace la típica parada y las puertas se abren frente al estrecho pasillo del sótano dos.

Bajar al sótano es como bajar a lo más profundo del ser humano, me hace recordar como cuando solo nos quedamos en silencio y escuchamos las voces en nuestro interior. Por alguna extraña razón una de mis actividades favoritas es bajar a dejar la basura en el sótano dos. Un espacio aislado de los ruidos del mundo, donde solo se escucha el sonido del vacío.

-No me gusta ir a ese lugar, me parece solitario y perturbador- Me dijo mi compañera de departamento cuando me vio con las bolsas de basura en la mano.

“¿Solitario y perturbador?” pensé, por alguna extraña razón ese era mi lugar favorito, a veces solo me quedaba un rato más rondando por las esquinas del sótano solitario, caminando lento y escuchando el sonido de mis pasos contra el pavimento de cemento o escuchando el eco de las tuberías que terminaban de pasar por allí.

Salí del ascensor y atravesé todo el pasillo viendo los carros estacionados en el sótano mientras me dirigía hacia el contenedor de residuos, dejé la basura y con lentitud me dispuse a regresar en mi actividad favorita, la de escuchar mis propios pasos.

De algún modo estar en el sótano era como estar en el corazón del edificio donde habitábamos, escuchar el sonido de la enorme construcción, el agua discurriendo en las cañerías y el silencio.

Ese día me dieron ganas de quedarme un poco más allí abajo, era como simplemente aislarme de todo para entrar en la profundidad del silencio exterior.

Así que solo me senté en el pasadizo. Antes de subir al ascensor apoyé mi espalda y mi cabeza contra la pared y cerré los ojos para escuchar las entrañas del gigante.

Estaba sumergida en ese espacio cuando de pronto escuché unos pasos, no eran tacones sino mas bien parecían sonar como zapatillas, apenas perceptibles, abrí los ojos para mirar a mi alrededor, pero no había nadie, sin embargo, sentía que los pasos seguían acercándose a mí.

De pronto una figura apareció frente a mí, ella traía una capucha en el rostro, un tapabocas negro le cubría la mitad del rostro, unos audífonos en las orejas y se podía escuchar la canción que sonaba a traves de ellos, mientras ella movía la cabeza de un lado a otro al ritmo del sonido en una actitud despreocupada.

- ¿Es Pumped Kicks de Foster The People? -Le dije mientras ella me miraba sin sorpresa 

- ¿Qué dijiste? -Me preguntó mientras se sacaba los auriculares para escucharme mejor.

-La canción que estas escuchando es Pumped Kicks de Foster The People- Volví a responderle.

Ella me miró sonriendo -Si, es mi canción favorita, ese grupo es lo máximo, simplemente no he podido sacarme esta canción del cerebro desde hace años-

-Es sobre un chico que mató a un grupo de compañeros de su escuela en un tiroteo-Agregué con tono mórbido.

Ella me miró sonriendo y me dijo -Lo sé, ¿no es loco? Me gusta una canción perturbadora de una matanza cruel, pero para mí suena genial.

- ¿A qué piso vas? - Le pregunté mientras presionaba el botón llamando al ascensor.

-Piso cuatro, por favor-Me dijo.

Ella me miro con curiosidad de pies a cabeza -Te pareces a alguien que conozco, no lo sé, pero me caes bien ¿Quieres escuchar la canción? -Me dijo a la par que se sacaba los audífonos y los ponía en mi cabeza.

En ese momento el ascensor llegó, las puertas se abrieron y yo entré en el. Presioné el piso cuatro, miré mi reflejo en el enorme espejo y este me devolvió el reflejo de la chica con la capucha, una mascarilla negra en el rostro y unos audífonos en la cabeza, mientras en mis oídos sonaba la canción “You better run better run faster than my bullet” y una mirada perturbadora y flameante se llenaba de energía frente a mi reflejo en el espejo.


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