La Rocosa

 

Lorena Veliz

Observo el acantilado desde su base, lo veo imponente y siento mi cuerpo vibrar mirando su estructura rocosa mientras el sol cálido empieza a golpearme el rostro. Descargo las dos mochilas de la maletera, vuelvo a contemplar una vez mas al monstruo rocoso frente a mí, esta es mi primera vez frente a un monstruo tan imponente, haré esto porque sé que la única manera de vencer mi miedo a las alturas es mirándolo a los ojos, cuatro semanas en el gimnasio de escalada no pueden haberme vuelto una experta en el deporte, pero se que soy capaz de escalarla.

- “Si haces esto sola, podrías terminar cayéndote y nadie encontraría tu cuerpo en medio de la nada”-Me dijo mi instructor mirándome a los ojos cuando le revelé mi plan secreto de escalar “La rocosa”-

Reviso los mosquetones, el arnés, saco el magnesio de la bolsa y lo coloco en mis manos, me calzo las zapatillas de escalada y empiezo lentamente el ascenso, esto es mucho mejor que los espacios simulados en el gimnasio de escalada, me siento segura, reviso cada uno de los nudos y voy disfrutando de mi cuerpo conectándose con la roca.

Mi rostro pegado a la pared de rocosa, mis brazos fundiéndose lentamente contra el acantilado, cierro los ojos por un instante y siento el espacio vacío a mi alrededor, somos uno , media hora más tarde se ha convertido en una lucha entre la naturaleza y yo, una lucha hasta cierto punto deliciosa, el sudor empieza a empaparme el cuerpo, pero sigo sujetándome a las puntas de la roca sobresaliente, sé que puedo con esto, sé qué puedo hacerlo, inevitablemente tengo la curiosidad impresa en mí , debo mirar hacia abajo .Entonces, vuelvo mi cabeza hacia el vacío, debajo de mis pies, los árboles parecen mirarme en miniatura, una caída desde esa altura ciertamente terminaría por matarme, pero no es ese el plan, el plan es encontrar mi propia esencia, fundirme con la roca para saber de lo que soy realmente capaz.

- “Cuando estés en lo mas alto, no mires hacia abajo”-Me dijo el instructor en una de las clases. - “Siempre mantén la concentración en cada paso y cada agarre, revisa tu sistema de aseguramiento y jamás dejes de revisar tus nudos”-

La “Rocosa” y yo nos estamos fundiendo en una sola alma, empiezo a ser parte de la montaña, el sol de la tarde me golpea mas la espalda y los brazos, siento que estoy lista para alcanzar la cumbre junto  al delicioso dolor de sentir que todo el peso de mi cuerpo recae en mis brazos y piernas, literalmente mi vida depende de mis extremidades y cuelga de un par de arneses.

- “¿Por qué haces esto Lorena?, ¿Por qué vienes en medio de la nada a hacer algo que te asusta?”, me digo  mientras me rio, yo pagué por esas clases de escalada y yo decidí comprar todo el equipo .Muchos principiantes hacen esta ruta año a años,  lo usual es que se haga esta ruta con un guía, pero entonces nada tendría sentido para mi porque debo descubrir este camino por mi cuenta.

Sigo el ascenso y no planeo generarme ni una sola magulladura, pero al pisar la zapatilla de gato resbala y termino sujeta por la soga,  “! No, ¡debo continuar!, esto es así, debo continuar” Me animo a mí misma.

Miro mi brazo completamente magullado por el conato de caída, - “Estoy bien, solo faltan unos metros para llegar a la cima”, “Estoy bien”-.

- “¿Por qué eres así? Estas compitiendo contigo misma” -Me dice mi mente, mientras me agarro fuertemente de un sobresaliente rocoso.

- “Sabes que a nadie le importará si terminas o no de escalar esto. Estas adolorida”-Me recrimina mi mente mientras le respondo.

- “Te equivocas, me importará a mi”-

A las 4 de la tarde, con 4 conatos de caída, he llegado a la cima, tomo un sorbo grande de agua y me siento a contemplar el cielo en su máxima expresión, la vista de los arboles es impresionante y a lo lejos veo mi camioneta naranja como un puntito estacionado en medio de la nada.

- “Te lo dije”- le digo a mi mente. –“Te lo dije”.

Coloco un poco de música y me pongo a bailar sobre “La rocosa”, somos el acantilado y yo celebrando mi ascenso, con la adrenalina aún en mis venas, lanzo un grito al vacío.

Saco mi cuaderno de notas y empiezo a escribir esta historia, había dos posibles finales, mi cuerpo caído allí abajo en el abismo con la naturaleza por mudo testigo o este final que es el mejor, yo cabalgando la cima de “La rocosa” mientras grito –“Salud”- con mi vaso de agua fresca.

- “Salud, !te dije que lo haría!, !te lo dije!", le grito a la naturaleza mientras esta me devuelve mi propio eco.

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