Ya pasaron cuatro años, disfruté
el show de striptease; quedó bastante bien la coreografía. Te cuento que yo
también tomé algunas clases, aunque me di cuenta de que, por allí, como que
necesito más práctica. En fin, creo que fue bastante divertido saber que podía
hacer algo como eso; fue realmente bastante interesante explorar algo nuevo que
incluya música y mi cuerpo.
Este año hice cosas de las que no
me sentí capaz, pero al mismo tiempo, sí. Aún la música sigue estando conmigo,
aún adoro las sandías, aún me gusta el ceviche con arroz; hay cosas de mí que
no han cambiado y otras que se han implementado. Tengo mayor enfoque y
claridad, y claro, tuve algunas mini experiencias desagradables que me
generaron aprendizajes.
Hice nuevas amistades, dejé ir a
muchas otras que nunca fueron amistades. Seguí escuchando esa canción; de
hecho, me hace sentir bien escuchar esa canción. Compré mi primer árbol de
Navidad, y el plan de comprar un hámster llamado Donatello fue abortado porque
me la pasé haciendo actividades. ¿Qué más te puedo contar? Pasé algo de tiempo
con mamá e intenté comprenderla.
Bueno, me salieron nuevas
pacientes de coaching que confían en mí y aprecian lo que hago por ellas. Pude
organizar un evento zombie en el trabajo y lo disfruté; inicié en mi propia
oficina sesiones presenciales de coaching. Finalmente, dejé de comer pollo a la
brasa de esa pollería Don Belisario; créeme, se había vuelto una adicción. Pero
por sobre todas las cosas, lo que más pasó es que voy aprendiendo quién
realmente soy. Ha sido un camino largo, como lo escribí en alguna publicación
de Facebook, pero siento que estoy cada vez más cerca de encontrarme.
Dicen que nadie sabe lo que tiene
hasta que lo pierde; soy del tipo de persona que sabe lo que tiene y lo
disfruta, y sé que en este momento tengo mi paz, me tengo a mí y estoy en mi
propio camino hacia ese autodescubrimiento tan necesario. Hoy no tenía muchas
ganas de escribir esta carta de fin de año, porque mi corazón ha estado sin
ganas de comunicarse conmigo; pero en el fondo, sé que mi corazón es tan
parlanchín como yo, así que si le pongo una hoja en blanco y algo que decir,
dirá lo que le nazca decir. Solo me resta decir: gracias, 2024.
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